domingo, 1 de noviembre de 2009

UNA DEDICACIÓN...

Y viendo tus palabras no me sorprende. Hay una magia especial que baña como ríos las comisuras de tus labios y se desliza hasta el borde de tus pies. No es necesario mirarte de frente, o al menos no lo fue para mi, sin importar las fronteras que apartan tu caminar de mis caminos, sin tener en cuenta los mares que abren abismos entre tu piel y mis manos; una noche en la distancia pude sentir algo especial, quizá lo cauto de tus silabas, tu caminar pausado, tu vista que baja hasta el piso buscando algo que no encuentras, tus sonrisas que de alguna forma, en las imágenes inertes no logre entender, no entiendo la aparente felicidad, la felicidad que enmascara tu corazón sobrio, la poesía que cuenta los segundos para estallar en tu pecho. Pero ahora es un poco más claro, por alguna razón desconocida el amor por nuestras madres, nos baña de una magia casi celestial, es como un regalo de la Virgen María, como un ramillete de rosas que sale de sus manos y en el camino se transforman en azules mariposas y amarillos colibríes, quizá es esa tu magia, quizá es ese el hechizo causas, que me causas, algo para nada mortal, un don divino que sólo baja del cielo cuando se ama de verdad, cuando dices “te amo mamá”. Sólo por este día pensemos en Coelho, y busquemos el destino del alquimista, encontrar nuestra alma gemela junto a un pozo, o en lugar que menos esperas. Como dice el maestro, hay una alma gemela para cada persona, hay alguien que te espera en algún lugar del mundo, y cuando esos ojos se crucen, el cielo, los mares y los desiertos se detendrán, porque el universo siempre celebra el encuentro del amor verdadero, ese mismo que habita en los ojos negros que te esperan, que te sueñan, que se esconden en un lugar del universo, pero que están ahí, ten la certeza que siguen ahí, simplemente esperando…

sábado, 9 de mayo de 2009

LÉELO ES PARA TI...

Si, léelo es para ti. No te sorprendas. Cuántas veces te han escrito, imagino que pocas, lo sugiero por tus frases resquebrajadas, las cicatrices que se marcan en tu camiseta roja, en el disgusto al mirar al espejo, y no ver lo que los demás quieren ver; una armadura de acero perfecta a la vista pero carente de vida, ajena de Dios. A mí me encanta tu reflejo, la imagen estática que de ti conozco, tu mueca imperfecta para el mundo, pero una constelación de estrellas que dibujan un escorpión ante mis ojos negros, porque si, son negros, aunque no creas los ojos negros existen, no existirán para ti hasta el día que veas el par de joyas que hoy mueren por conocer tu piel desnuda. Soy como el viento, simple y encantador, pero peligroso como el hijo de medusa, tentador como la fruta prohibida, y si por un descuido me miras más de dos segundos caerás en el hechizo mortal, sólo tienes tres minutos para escapar, si he llegado a pronunciar palabra ya no habrá forma de salir de este lugar. En cinco minutos no tendrás conciencia, te enamorarás y sólo te espera un destino: la felicidad. No necesito verte cara a cara para escribirte, para sentirte, en el aire hay partículas de tu aroma, y de manera mágica puedo conocerte “desde el pelo hasta la punta de los pies”. Mirando la luna encontré tu espíritu brincando entre flores, y cantando sobre una roca una canción a tu madre, mientras las aves danzaban con las mariposas, y en tus pies los conejos se arrullaban sobre las colas de los gatos que yacían junto a los perros dorados. Te escuche atentamente, sonreí, aún sonrió. Recuerdas lo qué cantabas, si no es así y quieres saberlo, tendrás que acordar una cita en una noche de invierno, mandar una señal previa con la lluvia, para que en dicho encuentro, luego de perdernos en un mundo de fantasía, donde las naranjas no sean mecánicas, te cante al oído tu melodía, en ese mismo instante que mis labios toquen suavemente tu oreja, mi lengua trace el contorno de una esquina y el vapor que acompaña mi voz erice tu piel. Estaré esperando, mirando al cielo, contando cada gota y preguntando por tu mensaje. No tardes, de ti depende que la historia de García Márquez sea una utopía. El cielo oscurece ahora mismo, anuncia la caída de una brisa mensajera, estaré esperando en las escaleras del paraíso mientras María termina sus trenzas… léelo de nuevo es para ti, léelo mil veces…

domingo, 19 de abril de 2009

LEÓN: CORAZÓN DE JABALÍ...

En un lugar muy lejano del universo nació una nueva especie de animales hace tres millones de años. Son como nosotros, piensan, sienten, hablan y creen tener un espíritu que algún día ascenderá a los cielos. Este mundo es conocido, como la tierra de “Sasha”, donde al igual que en nuestros pastos los supremos gobernantes son los leones, conocidos por su fuerza, la sedosidad de sus melas, los pelajes que se comparan con el oro, sus poderosas armas, colmillos y garras, y en especial porque en la tierra de “Sasha” a ellos les fue concedido lo que nosotros conocemos como dinero, un bien que permite comprarlo todo, bueno, así pensaron ellos. En este universo, a diferencia de los leones, y de muchas especies de animales, habitaban los que eran considerados los más despreciables, los “jabalíes”. Estos eran odiados por su apariencia regordeta, porque pasaban sus ratos libres revolcándose en lodo, pues era el destino de los que no tenían el preciado bien, dinero. Los jabalíes eran trabajadores, pasaban largas horas buscando alimento entre la hierba y cavando amplios túneles con sus colmillos, eso si, siempre rodeados de moscas, pero felices en su mundo tranquilo. Las manadas de leones los miraban con desden desde la cima, se reían de su apariencia, y sentían orgullo del poder.

En las manadas de leones, había una especial, la más conocida, la manada de “Chor”, un nombre heredado por sus ancestros, ellos tenían un rey, una reina y dos príncipes. El príncipe mayor era llamado “Ram”, conocido por su peculiar belleza e inteligencia, Ram tenía unos ojos profundos, un regalo maravilloso, miles de veces, desde su nacimiento, se dijo que tenían el don de hechizar e hipnotizar. Ram era considerado sabio, conocía los principios de casi todas ciencias y los campos, estudiaba en la cúspide, donde sólo llegaban aquellos que eran príncipes, cerca de las nubes protegido por columnas en mármol, marfil y piedras preciosas. Las otras manadas envidiaban y sentían miedo de este príncipe, que soberbia mostraba siempre al caminar por las montañas. El hermano menor de Ram, se llamó “Clo”, Clo fue sencillo, no tenía la belleza particular de su hermano, la sabiduría, ni el hambre de conocimiento que caracterizó a Ram. Clo se preocupaba por vivir su presente sin importar nada más, vivía feliz, sin preocuparse porque Ram fuese más alto y “digno” que él a los ojos de los demás.

Así mismo, entre los jabalíes había un grupo conocido, los “Bala”, entre ellos, habitaba un joven jabalí, llamado “Pum” de apariencia común, un poco más pequeño que el resto, pequeño en tamaño, porque en edad, estaba al igual que el príncipe Ram. Pum se caracterizaba por su sonrisa, siempre sonriente, dispuesto a servir, con un caminado torpe y a la vez gracioso. Pum, se esforzaba por aprender, pero a diferencia de Ram el debía pasar largos días excavando y alimentándose, ayudando a sus padres a sobrevivir, entre tanto, se turnaba pequeños momentos para aprender en la escuela local, quizá la más pobre, donde iban todos los animales del pantano.

Un día inesperado la luna brillo más y las estrellas se acercaron a dos kilómetros de la tierra de “Sasha”. Un relámpago cayó, y una luz como el arcoiris descansó sobre el pantano de los jabalíes. Los leones sintieron felicidad, tal vez Dios, decidió acabar con aquella raza que en ocasiones era tan molesta, pero muy equivocados estaban. Dios había mandado un regalo a Pum, pronto se vio a Pum andando junto a la más bella de las aves, blanca como el algodón, ojos negros como el ébano, voz de ángel, aroma de rosas, plumas con tocado de diamantes, y una ternura que conmovía al corazón más duro, una ternura que se transformó en amor, entre Pum el jabalí y aquella celestial ave.

Una tarde Ram, el príncipe león, observó a Pum desde las alturas, Ram sintió envida, dejó su tierra, y por primera vez saludo a Pum, mientras miraba sonriente al ave celestial, mientras clavaba sus ojos y buscaba que el hechizo no fallará. El ave con un gesto amable rodeó con sus alas a Pum y le dio un beso. Ram sintió soberbia, y decidió combinar su mirada con su retórica, moviendo su melena, hacía alarde de sus conocimientos, de sus estudios en la escuela de príncipes, de la sangre real que corría por sus venas. Pero el ave, parecía ciega y sorda.

Ram cerró sus ojos, lo comprendió, Ram se dio por vencido, estaba triste, melancólico, qué podía tener Pum que él no tuviera, qué tesoro había encontrado el ave en Pum, del qué Ram carecía. Ram se marchó con lágrimas en los ojos, subiendo de nuevo a la montaña. La tristeza enfermó al joven príncipe, sus días pasaban mientras se dejaba morir sobre mantas de seda. La reina triste, al ver a su hijo, le recordó a Dios, al mismo que nosotros conocemos, ese que mandó a su hijo Jesús a morir por nosotros y que nació del vientre de una virgen. La reina oraba por Ram, y le enseñaba el valor de la fe, para salir de su estado moribundo, el príncipe llevaba un año arropado en su belleza y sabiduría, pero muriendo, con los buitres mirándolo desde arriba para sellar su condena. Ram no se dio por vencido esta vez, un día pensó en Dios, lo quiso sentir, conocer, ahora no sólo para sanar la enfermedad que su melancolía había dejado en su cuerpo. Ram pidió a Dios cada noche que lo sanará, pero también suplicó que en su corazón fuese más parecido a un jabalí que a un león, para que un día no muy lejano, un ave de plumaje blanco bajara del cielo y le permitiera morir de amor eterno en su regazo…

Dicen por ahí que en la ciudad de “Sasha” en las noches oscuras de invierno florecen rosas que cantan una canción: “El león con corazón de jabalí, lo vimos pasar, pasó por aquí, muy sonriente y feliz, con alas blancas como un ángel, enamorado de un ave que no es perdiz”…

martes, 7 de abril de 2009

NO VUELVAS...

Es un duelo como ningún otro, adornado con globos de colores, sin llanto, sonrisas sin ruido, decepción y esperanza. En el desespero de tu caminar sobre mi mente, esperé el momento de tu sueño, para llegar silencioso, como un animal en asecho y asfixiar con mi almohada favorita tus mensajes, las canciones que dedicaste y las mentiras que estaba acostumbrado a escuchar. Si, fui confiando, confié en tus años de experiencia, en la aparente madurez que ellos traen y en tu alma que se presentó con la agudeza de una flecha. Si, lo entiendo, tú no te equivocaste, me equivoqué yo. Pensé demasiado, pensé que tu edad era una garantía, un cheque amparado en el oro, pero una vez más cometí el mismo pecado, confiar, creer y querer. Tuve razón, te quise, no sé si como alguien a quien el futuro le entregarías tu cuerpo en pasión desenfrenada o como la hermandad que un día partió de mi casa y encontré en ti.

Hablando sin metáforas, porque a decir no verdad la decepción no se lleva bien con ellas. Debo decir que con esmero termine de borrar tus huellas, de quitarlas de mis labios, de apartarlas de mi teléfono, olvidaré tus canciones, como olvidaré tu cabello perfecto que se deslizaba como una cortina para despejar tu sonrisa. Mentiras, mentiras fueron las tuyas, mentiras que me arrastraron en una segunda traición, en una que como siempre has preferido desaparecer y dejarme aquí, sentado, esperando. Decepción, si, ya he mencionado que un poco. Sorprendido, si, no quiero ser como tú dentro de unos años, a diferencia de tu estilo el tiempo me cambiará, me ha cambiado, ahora soy sincero conmigo mismo, sé respetar, y como una buena tormenta con las horas me haré fuerte, inalcanzable para humanos como tú, hasta el día que desaparezca en los cielos junto a Dios.

No vuelvas, no te estoy esperando, te estoy sepultando en los rincones de mi mente. Sé que una noche nuestros cuerpos se volverán a encontrar, pero nada será igual, pasaré y no mirarás. Te veré y no retrocederé, seguiré sonriendo toda la noche, sabiendo que estás ahí, te miraré cuando tus ojos no me conviertan en piedra, llevaré tu aroma un tiempo más en mis abrazos, hasta que un día no seas más que el mínimo recuerdo de mi travesía por las montañas de la juventud…

sábado, 28 de marzo de 2009

SON SÓLO PENSAMIENTOS...

Me siento feliz de tenerte, no lo dudes, pero es inevitable eludir los pensamientos. Me encanta leer tus palabras, descifrar tus párrafos, morir de emoción con tu foto de sombrero, pero a veces, sólo a veces, los pensamientos se cruzan, irremediables, fatales; como un tsunami se desbordan por mi alma y se escapan por las orillas de mis ojos. Quizá soy un imposible en tu vida, quizá no lo sabías pero amas los imposibles, por eso me amas. Quizá amas tu soledad, el no tener tiempo para otras pasiones que no sea tu pasión por la letra, el color y la imagen en movimiento. Tu deseo puede ser la soledad mencionada, como el amor que te puedo brindar, un amor sin aromas, un sentimiento que divaga en los horarios, que coincide con los mensajes estáticos pegados en la pantalla de la frivolidad. Un amor solo. Un amor donde me tienes y te tengo, pero a la vez no nos tenemos. Al tiempo que tu mirada se regocija con otros cuerpos, mis deseos de tenerte comienzan y terminan en mis manos, aunque apago mis pestañas y sueño que sean tus manos, tus labios, tu cuerpo los que hurtan mis pasiones. ¿Lo has pensado?, tal vez amas el estado en el que estás ahora, amando, pero amando en un planeta lejano, donde no hay obligaciones de cartas de amor absurdas, de visitas en las noches en el jardín, de fines de semana amarrados en un lazo que te aparte de tus amigos, bajo un lienzo que cubre el corazón y que según dicen los expertos es el único capaz de cambiar el amor materno, por un amor pasional, un amor que logra sobreponer la llama de afecto por el ser que dió su vida por ti. Te esperaría hasta el fin, de verdad te esperaría, pero quiero hablarte, tener el consuelo de las curvas de tu piel. No lo pienses tanto, son sólo pensamientos, pensamientos locos que llegan para susurrarme al oído, que tal vez no me amas a mi, amas tu soledad, por eso me amas en la distancia, no te das cuenta, amas tu vida como está, tu vida sin mí… No lo olvides, son sólo pensamientos…

domingo, 15 de febrero de 2009

VEN, VEN POR MI...

Hoy es un día único. Un atardecer que abre sus brazos al amanecer. Un tiempo donde los relojes han perdido sus números en los recovecos del corazón. Me concentraré con todas mis fuerzas, con las infinitas ganas de besar tus labios, de aferrarme a tu espalda, de perderme en los dobleces de tus piernas. Alzaré vuelo como una gaviota en busca de tus playas, surcaré los desiertos que nos separan, me alimentaré de tus versos, tus metáforas, de las palabras que escribes entre comillas. Así, volaré sin parar, siguiendo la ruta de tu aroma, el brillo de tu mirada en tonos sepias. Sentiré la locura que nos une, las mil personalidades que habitan en cada uno, y que sólo nosotros podemos entender. Con las alas cansadas recordaré las veces que en mis sueños he sido el ladrón de tu cuerpo, de las veces que he devorado como un león hambriento tus fotos, las esquinas de tu piel que hacen ríos en mi boca y estallan como volcanes en mis noches. Extiendo mis alas en un soplido delicado y descubro la niebla que oculta tus constelaciones, mientras Venus gira sobre tu cuerpo desnudo buscando despejarte de las sabanas, y dándome una visión única de una obra que escapó del yeso de Miguel Ángel, para enamorarme, y escribir las más bellas frases. El cielo empieza a tomar el color que anuncia nuestro momento, se tiñen las nubes de soledad, el sol arde en pasión y como un hechizo de Merlin el azul se hace oro, oro fuego. Pasa de las pinceladas frías a un eclipse que te cubre mientras Morfeo en traición me roba tus pasiones. El instante llegó, desciendo en tus tierras, me zambullo en tus aguas, te esperaré aquí, sobre la arena, con el cielo tomando de nuevo su color, con tu reloj recobrando los números y anunciando el nuevo día. Ven, ven por mí, búscame esta tarde en tu playa, me hallarás en los ojos de una gaviota…

viernes, 9 de enero de 2009

LA PRINCESA DE ZARA Y EL SAPO...


Y quién dijo qué en la vida real las princesas no se enamoran de los sapos. Conozco una historia, una historia de la vida real, imágenes que pude ver en la palma de mi mano. Ella vivía perdida en un mundo de espejismos, de falsas promesas, de rostros bellos que no coincidían con los sentimientos. Cuerpos perfectos con armaduras de oro y corazones de piedra. Carrozas adornadas entre el brillo de la esmeralda y el diamante, con asientos en terciopelo rojo, pero tan fríos como para desgarrar la piel. Una noche inesperada, en su celebración de cumpleaños, hadas, duendes y mariposas decidieron llevar a la solitaria y vacía princesa a una fiesta sorpresa junto al lago de la casa del ermitaño. Aquel día la princesa venía de compartir un poco de polen con su mejor amiga la mariposa azul, junto con la leona de la montaña y su marido el conejo tristón. La princesa no imaginaba que ese día encontraría en unos ojos pardos la mirada que la acercaría a un paso de ser una verdadera princesa. Porque ser una princesa, no es llevar corona, no es tener un padre rey, no es tener un príncipe como hermano, vestir los trajes más bellos y viajar en alas doradas de una paloma. Ser princesa es lo que descubrió esa noche nuestra niña de la ciudad Zara. La fiesta empezó, del lago brotaban burbujas que cuando reventaban dejaban escuchar el canto de los peces. La princesa miraba, reía y celebraba, pero tan vacía como siempre. De repente, su amiga la osa de la montaña llega acompañada con un joven sapo nacido en el mes de julio, la princesa lo miró, nada sintió. El sapo verde, con verrugas junto a sus labios, parecía más preocupado por comer las moscas que pasaban por el aire que por saludar a nuestra princesa. Ella parecía confundida en la noche, y buscaba como en cada día un bello príncipe que la llevará de su mano a un mundo de felicidad eterna. Un salto sacó a la princesa de su pensamiento, era el sapo que había caído sobre el vestido blanco, para decirle “feliz cumpleaños”. Fue como un hechizo, una bebida embrujada, el cáliz de la mano de Dios, cuando la princesa sólo quiso sonreír y besar sus labios. La metamorfosis esperada llegó. Esta historia tuvo un final diferente, el sapo no se transformó en príncipe, pero la princesa si se transformó en un verdadero ser humano, al contemplar la belleza más allá de la forma, y entendió lo que era ser diferente, lo que significa ser princesa. Ser una estrella capaz de iluminar de amor sin importar a quién, ver lo que los demás no pueden ver. Amar la belleza mágica que oculta la sombra de la envidia de los demonios. Ahora la princesa vive feliz, junto con el sapo, en la casa que compraron al ermitaño junto al lago de la felicidad.

Escribo la historia para mandarla con el avestruz a la casa de la mariposa azul, como una enseñanza para las siguientes generaciones de la ciudad de Zara.

martes, 6 de enero de 2009

LA RESPUESTA ES SI....

Aún no lo preguntas, pero la respuesta es si. Te extraño. Extraño tus locuras, esa forma mágica de ver la vida, la incongruencia de tus sentimientos, a la vez tan fieles al tiempo tan lejanos. Extraño sentirme orgulloso de tenerte en la distancia, extraño las noches que no estabas en mi mente y no me invadían recuerdos de ángeles azules que viven junto al mar. Extraño la esperanza de un día encontrarte, bajar de un ave de alas enormes y sumergirme en tus brazos abiertos mientras tus manos despojan los cabellos que caen húmedos en mi cara. Aprendí a extrañar tu insistencia, tu neurosis extrema, la ambigua manera de reclamar, las palabras no comprendidas, los significados que atentaban contra tu ingenuidad y el ruido de tu vecina en las noches. Extraño los tragos imaginarios de vodka que tome tantos fines de semana mientras no reuníamos con tus amigos y yo, me dedicaba a contemplar tu rostro mientras yacías en plena tranquilidad sobre el arrullo de mis piernas. Ahora, sé que estás mejor, tu elocuencia lo denuncia, tu manera de demostrarlo es la correcta. Me alegro, de verdad me he llegado a sentir feliz por tus triunfos, por las noches de felicidad, por los momentos en los que tus ojos se enamoran y tu corazón te indica un camino seguro al palacio que pensaste sólo existía tras las puertas de tu mente. Escribo y no puedo evitar dibujarte en esa ventana en la que nos conocimos, tras las cortinas en las que robe tus besos y donde sembré mis versos. Aún te veo con tu camiseta azul, con los cabellos ondulados y con la esperanza que se desnuda en tu sonrisa. La respuesta es si, te extraño, extraño enloquecer pensando en ese día, en aquel que descubra si realmente eres tú el ángel que un 24 de diciembre a media noche Dios permitió recostarse a mi lado, y despertarme con un beso…

ÚLTIMA LLAMADA... EL FIN.

Y así fue. Esta vez el corazón se mantuvo en su sitio, no hubo brincos, no hubo llanto, no hubo palabras. El silencio, luego de tu saludo se rompió en siete pedazos con el ruido de mi sonrisa. Un frágil y amistoso sonido, ahora no fingido, real, natural. Como la hoja seca que se desliza por el río y se pierde en el ocaso. En un regalo con papel de estrellas y moño con tocado de luna, llegó el día esperado, no hay nada que guarde en esta caja que haga de tus recuerdos nostalgias. Razón tenía mi madre al decir que al final nada quedaría, y nada quedó. Miro indiferente tu intento por tocar mi corazón, miro y sigo sonriendo, en un casual gesto de amabilidad, por no ser el monstruo de este cuento. No quiero ser más el ogro que devora y desangra sentimientos rosas, no quiero seguir pareciéndome a ti, no quiero vivir de nuevo un cuento como este; sin castillo, sin príncipe ni princesa. Ahora que te has ido por completo, que extiendo mi mano para guiarte con sinceridad, para llevarte sin el rencor que en un momento me hizo llorar, pretendo esperar junto a los canarios de mamá a que Dios se compadezca de mi soledad, y en un momento inesperado, en unos ojos de tono tierra y en una sonrisa abierta mi corazón encuentre un rincón tibio, para empezar a creer y descansar en el amor cálido de la eternidad…