jueves, 12 de agosto de 2010

NO ES UN CAFÉ LO QUE QUIERO...


Sin pensar, sin soñar, sin meditar, aquí me tienes. Una vez más estas manos se deslizan sobre el negro teclado para escribir a tus ojos. Si, estabas en ese mismo sitio, con tu cabello largo, con las piernas colgando, con la mirada puesta sobre aquel muro donde te sentaste con sus cabellos ondulados, con esos mismos que ahora dices no existen. Recuerdo tus ojos dirigirse a su esquina favorita, buscando los recuerdos, recogiendo con las puntas de los dedos los restos de los recovecos que ahí quedaron. No preguntes cómo, pero lo supe, pude sentir tu cuerpo atónito en la noche, tus brazos aún más fríos al pasar por mi lado; tu rostro que esta vez denotaba una seriedad que no confundí con serenidad, un mutismo que me dejó en silencio, en la oscura perplejidad de donde me rescató la voz de aquella dama, y su frase tan aparentemente coherente, pero no suficiente para un alma vieja como la mía; que sin canas carga los recuerdos de la mañana donde Eva se hizo mujer bajo la fálica influencia de la mitológica costilla. No sé si las cosas han cambiado en tu villa, pero al menos tengo la seguridad de que aprendiste la lección, una enseñanza donde se afirma que las rosas no se transforman en aves y las aves no se transforman en rosas. Aprendiste que la intuición es importante, y aprendiste, quizá, que la soledad es una venda peligrosa, una venda que se adhiere al corazón, cubre los ojos, y nos hace actuar como animales ciegos. Tan ciegos que nos perdemos de las pupilas negras que nos miran, de esos labios que intentaron sonreír pero que se cegaron ante el paso nefasto y ágil de quien no quiere ver más allá del camino bajo sus pies. Si tú has cambiado, yo también. Hace algunos días, tal vez un mes, me rendí, fue un “no más” donde decidí colgar mi escudo y regalar al mejor postor la pluma de mis batallas. Decidí no esperar, no buscar, como un “pseudonarciso” frente al agua drogué mis sentidos y me dejé hundir, hundir; hasta morir. Me conozco, sé que no me gusta lo “común”, un café podría ser aburrido, suena a uno de tantos que he tomado, a uno de tantos que no recuerdo. Soy particular, como las mañanas de eclipse, complejo como los vientos de agosto. No soy uno más, ni espero serlo; ahora no, ya no. Estoy cansado, agotado, desconfiado, asustado, y como bien lo sabes un Tsunami sólo es provocado por un terremoto en las profundidades el océano. Al parecer nada sorprende, al parecer sólo esperaré hasta ser sorprendido. Este Tsunami estará dormido, no sé cuantos años, hasta un día, no sé cuando ni dónde, la tierra se sacuda como un volcán que levante mis olas, que forje un nuevo escudo y donde se esculpa una pluma eterna de acero…

miércoles, 19 de mayo de 2010

"Y ME VES JUGANDO A NO EXTRAÑARNOS"...


Sé que sigues aquí, te puedo sentir, sé que aún no te has marchado, gracias por recordarlo. A decir verdad lo había olvidado, olvide tu forma particular, tus frases cotidianas, los amaneceres intentado sentir tu aroma. Si, había olvidado, lo había intentado. En ocasiones, no sé la causa, pero tu cuerpo se acuesta a mi costado, oigo tu voz, siento tus piernas como un rio sin cause surcando mi torso. No dejan de sonar los platos en la cocina, el ruido del café cayendo sobre la taza, la sonrisa de tu hermana, los ojos gemelos que robé a tu sobrina o que quizá ella me robó una noche a mi, mientras me encontraba distraído contando los restos de arena de mar sobre tu cuerpo. Cuándo acariciarás lo perfecto de mi letra, lo perfecto de mi rostro, lo imperfecto de mi alma. Cuándo harás el amor este cuerpo tibio, a esta alma fría. Cuándo lamerás mi sonrisa, cuándo asfixiaras mis aires en tu aroma. Muchas horas han pasado, días, meses, años y sobre esto no hablamos más. Conversamos como si nada pasara, me ves, te veo, callas, me callo. Pregunto, respondes, escribes; no a mí, pero lo haces. Besas, porque lo sé, lo he sentido, mis labios convulsionan cuando los tuyos muerden la tentación, no dejas de caer, aunque siga mi recuerdo, no paras, detente ya. Sigo aquí, soñando, cantando, cabalgando sin parar los fines semana para evitar pensar, sumergido bajo el agua para intentar dormir, ignorándote para olvidar tu silencio, para borrar tu promesa. La distancia, no está haciendo su tarea, se ha escapado en nuestros descuidos, a escavado un profundo hueco donde almacena los momentos, miradas, palabras; un profundo abismo donde todo cabe, donde el tiempo no lo destruya. Dime lo qué sientes, dímelo una vez, dímelo dos; dime que sientes, que sientes algo, que sientes lo profundo de esta fosa que se agrieta sin parar entre los costados de mi turbio corazón, de mis frases adornadas, de mi anhelada vida…

martes, 18 de mayo de 2010

RECIBIR LO INESPERADO...


“¿pero qué hacer si sos una incógnita irresoluta?”. Esta vez tus palabras lograron un efecto un adverso, me detuve en el tiempo, me quedé mudo en los segundos, casi frenado en el silencio. Pretendí callar, pero algo me venció, y mírame aquí, de nuevo en la noche regando mis palabras en tu terreno desconocido, intuido, pero lejano. No es mi pretensión que buscarás mis ojos, mi aliento, mi cuerpo, en medio de tus días, pues aunque no lo creas, nuestros caminos se cruzaron como se cruzan en los eclipses el sol y la luna. No me busques ahí, pues ahí no estoy, no he estado. Insisto, no quiero jugar, lo repito, no es mi costumbre jugar de esta manera así que estoy seguro podría perder. Soy audaz en el agua, fuerte como David en tierra, pero un Goliat en tu mundo, este mismo, que al parecer es tan tuyo, tan tuyo, que hasta digno es de honores en su día. Mis palabras podrían convertirse un día cualquiera en dedos, manos y labios, ¿quisieran convertirse?, es probable, tal vez sólo por esta noche lo dude. No conozco tu voz, no he sentido tu piel; no has apretado mi mano, no he pasado mi nariz por los bordes de tu rostro, no has mirado mis cejas, no te has perdido en mi cabello, ni has sentido la fuerza de mis brazos. Cómo pretender leer el futuro, si me tienes aquí desnudo, con la piel “descargada” sobre la silla, el alma sobre el teclado, pero tú sigues aquí, reclamando el mismo traje que visto cada mañana. Dude en venir de nuevo, porque las estrellas son la mismas cada noche, porque la luna aún sonríe en mi vida, como hace 24 años, tal vez quisiera que la luna olvidara su mueca y simplemente me sorprendiera una mañana junto a mi cama, así como las estrellas en un oscuro inverno se dibujarán como barcos anaranjados en medio de la penumbra de lo incierto. Tal vez espero demasiado, debería no esperar o esperar sentado con los labios atados y las manos congeladas, evitando que el verso se escape por las puntas de mis dedos. A veces no encuentro sentido al sol amarillo, al pasto verde, que divertido sería un sol verde y un pasto amarillo, que bueno sería una tarde sin anunciarlo escuchar tu voz, recibir lo inesperado, encontrar bajo la almohada los restos que denuncian tu arte, tu color. Las incógnitas se resuelven, a menos que te rindas, en lo desconocido puedes encontrar la suerte de Colón o el aprendizaje de Eva. Esta noche me quedaré pensando, intentando reconstruirte, buscando explicación a tus frases. Esta noche seguiré desnudo, sólo pondré el traje a mi alma cuando el sol brille, cuando una vez más todo sea igual, tan igual, que no esperaré días de verdes soles…

domingo, 16 de mayo de 2010

INTUICIÓN AVENTURERA...


Hace pocos minutos desperté de mi segundo sueño, no pienses que amaneció para mi, sólo que mi día empezó muy temprano, y al caer la tarde Morfeo tocó mi hombro, sucumbiendo de nuevo a la tentación. Hoy es un día en particular hermoso, debería decir una tarde, en este preciso momento los rayos de sol atraviesan mi ventana para caer sobre los bordes de mis labios, sabias qué el sol besaba, al parecer si lo hace; junto a un beso tibio ahora te escribo. No pretendo decir que eres la emancipación del pensamiento filosófico, porque no te gusta oírlo pero si te gustará te lo diría aún sin haber escuchado tu voz. Recogiendo mis recuerdos, vuelvo a aquel día en el que paseabas tu sonrisa por las vías de la locomotora, estando ahí mi intuición aventurera, mi corazón impulsivo, mi razón perezosa, comenzaron a debatirse en duelo, justo cinco metros frente a tus ojos. Mi razón decidió dormir, mi corazón prefirió callar, ser un espectador silencioso de las coloridas silabas que empezarían a brotar de la intuición. La intuición, comenzó a deambular, por tus orejas, tus cejas, tu cabello, tus manos, se regocijaba entre tus zapatos e intentaba verte sonreír pero queda exhausta con tu continua expresión de espera. Recorrió tu cuerpo, tu esencia, intento entrar a tu mente, acarició tus pensamientos, pero ellos inseguros se perdieron en lo más profundo de tu inconsciente, dejando la conciencia, dejando a la pobre intuición con la mano estirada y la intención sobre la mesa. Sin embargo, la intuición se alimenta de mucho más que caricias, de postres en la mesa, y aún viendo tus pensamientos hundirse en aquel lago cristalino que al partir hace un oscuro mar, pudo captar algo de ti. La intuición volvió a mis sentidos, despertó al corazón que para ese momento había dormido a la orilla de la razón, los encontró en un pacto, en su primer pacto, tan callados, tan inocentes, como cachorros de león que duermen a luz del sol. Ellos despertaron, miraron mi intuición, esperando la respuesta, ella sonrió y les susurro, “puede ser lo que buscan, tiene mucho de ti “razón”, creo que tendrían tardes sin parar de hablar sobre tus teorías favoritas”, la razón te quedó mirando fijamente, fijamente a ti. Luego, comentó al corazón, “creo que gusta del verso como tú, creo que podría escribirte unos cuantos, o tú en una tarde de domingo le habrás escrito varios”. En ese momento quedé ahí, con el sincretismo en la mente, con tu recuerdo regado en el silencio, como quedo ahora, intentando dibujar una imagen que muestre tu morada, donde yace tu cuerpo…

viernes, 14 de mayo de 2010

MIRAME, LÉEME...


Así que supones que esto es un juego. ¿Quieres jugar? Bueno, acepto, pero no por ahora, prefiero los juegos al aire libre, quizá en el agua, una tarde sobre el pasto, una mañana en una montaña o una noche en el campo bajo las estrellas. Así me encantaría jugar, al menos podrías intentar vencerme, librarte de mis brazos, de mis palabras, del juego súbito de mis piernas, de la prisión de mi pecho, es un juego arduo, pero creo que lo haríamos muy bien, al parecer somos buenos jugadores, eso sí, prohibido hablar de Bourdieu, recompensa si mencionas a Freud. Me reconocerías, es posible, creo que en el mundo las personas nos estrellamos de manera constante, cada uno deja en nosotros una parte del polen de su esencia. Somos flores en un jardín, así no nos veamos, podemos reconocer el aroma del otro y siempre viviremos en el constante “deja vu” de haber vivido aquel momento. Dónde te encontré, la respuesta es fácil, dicen que lo que empieza por “c” puede ser una de las cosas o lugares más convencionales, debe ser porque “convencional” empieza por “c”, que argumento más obvio, a diferencia de letras como la “h” donde parece no existir, donde no suena, donde no es nada. Imagina su tristeza, su sentimiento de ser muda, de ser condenada al olvido. Afortunadamente la “c” y la “h” crean un sonido diferente, “ch”, y resignifican el mutismo de la segunda. Hay una letra que me gusta, la “e”, por ella empieza mi nombre, el mismo que un día mi madre escogió inspirada en la historia más bella, donde reyes y reinas debían vivir por siempre en un palacio, no es el típico cuento, pero a veces es bueno verlo tan típico como cuento. Menos mal encontrarte en aquel sitio donde la “ch” cobra significado y empieza la palabra, para terminar con la adulada “e”, fue todo menos típico, y aún menos cuento. Quién soy, pregunta difícil, tardaríamos varios años en resolver tal cuestión filosófica, si es que lo llegáramos a resolver, mejor esperamos un día utópico donde tomemos un café junto a Sócrates, Platón y Aristóteles, seguramente sólo ahí te respondería acertadamente. Acaso no puedes verme a través de las letras, acaso no podrías hacer mil deducciones, lees lo que el mundo que me rodea no sabe, sabes lo que la sonrisa perfecta oculta, conoces más allá de la piel, estás en la frontera donde los pasos no se dan sobre la arena, sino sobre el alma…

ENTRE EL SUEÑO Y LA REALIDAD...


5:18 p.m. El día tiene un brillo extraño, un matiz que pretende ser el juego sexual entre el sol y la luna, con algunas nubes blancas espiando por las comisuras del cielo. Una noche te vi, estabas ahí, ya sabes dónde, con la mirada gacha, con los pies inquietos, esperando, meditando, soñando. No te detuviste ante mi aparente magia, seguiste en tu mundo, con un silencio completo, con el viento susurrando a tu oído. En cambio, yo, tuve una pausa, un momento en el tiempo, algo me detuvo, algo me atrapó en medio tu “aparente” encanto, “aparente” porque lo sospeché, de la ternura que desplegaron tus manos, de los minutos que fueron pocos, de los segundos en los que caí en el letargo, hasta que una voz amiga, preguntó, “qué miras”, tan sólo dije, “nada, nada”. Algo sentí, luego te marchaste, te olvidé. Hasta una tarde de mayo cuando unas palabras detuvieron mi paso, en el lugar estaba tu imagen inerte, la composición en dos dimensiones de lo que eres, que en nada describe lo que sientes, que distante puede ser lo que somos de lo que transmitimos. Te reconocí, recordé, dejé algunas frases, me marché. Han pasado algunas horas, tal vez días, no lo sé. Ahora respondes, de nuevo esta sensación extraña, al igual que tú leo la primera vez, leo una segunda y hasta una tercera, soy de los que piensa que bajo la palabra duerme el sentido de lo que queremos en realidad decir y no decimos, bajo las olas siempre se encuentran las creaturas más asombrosas. Se me hace un poco difícil describir, lo que siento o percibo, la teoría psicológica en este caso no es de ayuda y no creo que Laswell o el viejo Martin Barbero tengan una teoría para esto, aunque apelo a la teoría gestáltica del cierre, diciendo que hubo una noche donde algo que habita en tu cuerpo, en tu mirada, a tu alrededor logró secuestrar unos segundos de mi vida, una parte de mis ojos, un pensamiento, que ahora es un recuerdo, que esta madrugada quizá sea un sueño. Eres una pregunta que no sé resolvió, o al menos una ecuación que en pocos segundos no pude descifrar, por ahora espero tu ayuda, dime el resultado, intentaré buscar el procedimiento, tal vez Baldor, quizá Newton, aunque prefería un juego de letras al mejor estilo de Márquez, con el titulo de Benedetti…

CUÉNTAME ALGO TAMBIÉN...


¿Quién dice qué te metes dónde no debes?, algunas veces es un placer hablar un poco de mí. Al estilo narciso de Piaget o la imagen frente al espejo de Lacan hay días, hay motivaciones que te llevan a contar, cómo, dónde y qué ven tus ojos. Realmente es la primera vez que me lo preguntan, a excepción de mi mismo. Todo comenzó como un juego, una forma de pasar unas vacaciones de invierno, pero se tornaron otoño, luego verano, hasta un punto donde cobraron vida propia, separándose algunas noches de mi alma, formando su propia estación y creando los lagos de letras que tú conoces. Cada palabra, cada frase, es como un sueño. A veces colorido, otros tantos teñidos de rojo y algunos con el sonido de pelotas que rebotan sin cesar, mientras un niño se pierde entre risas y manías. No soy más de lo que ves, o debería decir de lo que intuyes, porque como dicen por ahí, “la verdad es invisible a los ojos”, creo que algunos remplazan la palabra “verdad” por “belleza”, pero sin importar el cambio la frase sigue teniendo un verdadero sentido. Soy un ser humano de letras, la palabra me cautiva, una frase con sentido logra someter mi atención, arrestar mis sentidos. Aunque, en ocasiones soy un hombre de miradas, de miradas como el Pastor de Coelho que descubrió el amor en unos ojos oscuros, desconocidos, frente un pozo. Una mira profunda, inquieta, cargada de sentimiento y con los visos de la ternura multicolor, logrará mil cosas en mí, desde uno de mis versos y hasta una de mis noches recordando su estático cuerpo sobre aquel muro. No sé mucho de política, pero podría hablar de ello sin parar, sé de color, pero nunca he pintado más allá de las temperas, sé de nadar y a veces puedo hacerlo sin parar, esperando que en algún punto el agua desaparezca o me funda en ella. Hay personas que logran algo en mí, algunas con un simple gesto, otras con sólo mirarlas, pero realmente son muy pocas. Mi color favorito no es el verde, hace unos días empecé a verlo diferente, a notarlo, soy monocromático, prefiero el blanco y negro, como dice mi mamá el blanco combina con el cielo y el negro con mis ojos. ¿Alguna duda?, casi sonrió imaginando tu respuesta, visualizando el gesto. Como ves no es un problema escribir, por el contrario, es algo que disfruto. Sabes, me gustaría contarte algo más, pero cuéntame algo también…

jueves, 13 de mayo de 2010

PARA UN DESCONOCIDO SALTAMONTES...


Entonces la oruga se quedó atónita sobre la rama, levantó la mirada y ahí mismo estaba el saltamontes, tan extraño, tan verde, tan profundo, tan, pero tan, tanto como la primera vez. La oruga pretendió hipnotizarlo, mezcló una pizca de hoja seca con una gota de lluvia de viernes en la noche y la lanzó a las patas del saltamontes. El saltamontes la miró sorprendido, “que agresión, lanzarme barro sobre las patas”. Al no funcionar, la oruga se sintió apenada, se recostó bajo una hoja, y enterró su rosto en la grieta de una rama. El saltamontes sintió pena, tal vez pesar, se asomó con cautela, intentó encontrar el escondite de la oruga, pero de repente una luz brotaba de las hojas, una luz que se dibujaba entre amarilla y rosa, una luz que no le permitía ver más allá de la hoja. Saltamontes se sintió intrigado, volvió cada tarde a la misma rama, a la misma hora, esperando ver a la oruga pero conformándose con los minúsculos y extraños girasoles que empezaban a brotar de las luces amarillas. La oruga se hallaba en su escondite, no sabía que ocurría, se pensó muerta, se creyó torturada, en su mente estaban sólo las alas verdes del saltamontes, sus ojos tiernos y su gesto esquivo. Miro a su alrededor y se vio envuelta en una capa negra, en un manto oscuro. Oruga se resignó, comprendió que la muerte era sólo un ropaje lúgubre que cubría la piel como manto de invierno, oruga se acomodo a su condena, y en los besos imaginarios de saltamontes durmió un verano en pleno. Una tarde, como siempre, saltamontes volvió, esta vez se paró sobre uno de los girasoles, que cada día estaban más y más grandes. En un momento, la luz amarilla se hizo más fuerte, saltamontes se deslumbró con la belleza jamás vista, una hermosa silueta, con alas de ángel y brillo de luna. Oruga, que ahora era mariposa, se perdió de nuevo en la sonrisa de saltamontes, se dijo en su mente: “atravesé la muerte, un verano en pleno en aquel manto negro, pero ahora, en las puertas del cielo me reciben sus tonos verdes, su mano tibia, sus amables labios”. Cuenta la historia, que en la eternidad un saltamontes y una mariposa transitan en las noches por el bosque, saltamontes cree que la vida es una eternidad, mariposa cree que en la muerte se vive con quien se amó en la vida. Esas noches, los girasoles cantan, cuentan la historia, que termina cuando se relata que el puente entre la vida y la muerte no tiene color, no tiene forma, no tiene nada, sólo nosotros dos…

miércoles, 12 de mayo de 2010

VERDEAZUL...


Quién diría que repetiría, si aún recuerdo la noche cuando tu mirada distraída se encontraba sentada en aquel muro. Recuerdo tu inquietud, la mirada fugitiva, esa misma que prefería hundirse en la noche antes que en mis ojos. Tal vez efecto de la oscuridad, tal vez mi estrategia no fue la adecuada. Quién diría que la hallaría de nuevo una noche sin destino, por este mismo camino; como vez la escritura freudiana es mi fuerte, sin metáforas o sin artilugios no sería el mismo. Tal vez lo leas, quizá lo releas, pero sabrás qué eres tú, si alguna vez te ilusionaste mirando el mar, tal vez lo descubras. Quizá pude ver más en ti de lo que verían mil amigos en mil siglos, mirarte es ser arrollado por un huracán que se debate entre las caricias de Romeo y la ecuación de Einstein. Quizá el sueño que buscas, que crees no existe, este aquí, sentado con con el torso desnudo, escribiéndote estas letras, pensando en las noches que has robado, escapando a la brisa que ingresa por la puerta entreabierta, intentado recordar tus pequeños ojos, leyendo e indagando en tus pasiones, tal lejanas a las mías, tan verdes y las mías tan azules, pero tan obsesivas como las propias. Quizá una noche de sábado sucumbas a mi magia, durmiendo en mis brazos, bajo mi profundo encanto, bajo la ciencia que duerme bajo mi cabello y la poesía que hace verano sobre mi lengua. Hoy descubrí que la punta de tu gusto se estrella sin intención con lo más claro de mi alma, tu búsqueda atravesó la razón, se tropezó con una parte de mi, se encontró con mi punto más sublime, con el tema que prefiero, con el arte que prodigo. Entre tanto “tal vez” y “quizá”, sea esta la razón que impulsa mi intención. ¿No lo entiendes?, lo imagine, no sabes qué te hablo a ti, lo sospeche; aunque quizá me sorprendas, así como el verde se transforma en arco iris o la semilla se hace verde…

sábado, 10 de abril de 2010

DESAHUCIADO...


Infinitamente triste. Desahuciado, con un cáncer en el alma, con un sentimiento que se tornó como un todo poderoso al que no puedo combatir. Esta noche mi alma muere. El dolor es profundo en medio del pecho, mis manos tiemblan, mi cabello luce húmedo por la lluvia, mis ojos se cristalizan en los reflejos de esta pantalla. Me quedó maldiciendo mi vida, maldiciendo mi destino, ¡maldita la hora en la que nací!, ¡maldita vida que me ganó la batalla!, por qué, por qué, qué hice, qué no hice, qué me faltó. El vomito ahoga mis labios mientras mi mirada se funde con los ríos tormentosos que escavan lo que queda de mi fraudulenta existencia. Por qué tuve que aprender de Dios, por qué mi madre se esmeró en enseñarme, sin Dios y sin ella este infierno terminaría en pocas minutos, sin ellos, sin piedad, destruirá las venas que surcan mi cuerpo, que vibran al ritmo de la mierda que corre por ellas, de la mierda que soy, de la porquería que se cree elegido cuando es indigno de ser lamido por las ratas, cómo un mortal, cómo un ángel podría llegar a esta morada, si la putrefacción se siente en el horizonte, si la mierda es lo que todos odian. Ahora el pequeño estúpido, debería morir, debería quedar aquí, sepultado en lo profundo del infierno, solo, solo como siempre, revolcándose como un cerdo en su vomito, amando la soledad disfraza de muerte. ¡Mátame!, acaba con este cuerpo, que la muerte no puede ser peor que esta maldición…

viernes, 2 de abril de 2010

SÓLO UN BESO...


Sus labios se pusieron áridos, serpientes cascabel trepaban por los cactus que empezaban a crecer. Su boca se notaba quebradiza, carecía de brillo, vida, de una pizca de humedecido afecto. La falta de cariño, la cercanía de un beso, habían transformado sus labios de tono rosa en las ásperas tierras que ocultan la lámpara del genio. Tenía sed, sentía que moría en las ansias de besar como un león, de devorar como un dragón unos labios perdidos que se estrellasen con los suyos. Se hacía el amor así mismo, pensaba que era soledad, tal vez cosa de Dios, entonces, intentando cambiar su suerte salió una noche, dispuesto a cazar, cual bestia hambrienta deambula por el bosque. La oscuridad era intensa, pero notaba como sonrían a su mirada, como unos cuantos aldeanos cansados de vivir coqueteaban para ser devorados, no quería cuerpos desnudos, sólo quería un beso, quería fingir que un ser extraño encontraba el amor. Los cuerpos se acercaron al suyo, alagaron sus ojos de mago, su mirada hechicera, sus dientes perfectos, su cuerpo esculpido en la batalla, pero algo raro sucedió, la sed no fue tan profunda, la bestia no besaría a cualquiera. La bestia comprendió que no se trataba de soledad, comprendió que era una elección. No quería saciar su sed con los vagabundos que deambulan por las calles, buscaba algo más, esperaba el beso de un mutante, de ojos como el mar, de piel azul como cielo de mañana, de palabras mágicas que hacen crecer hadas y lotos en las curvaturas del oído. Comprendió que no bebería de cualquier fuente, comprendió que su destino era esperar hasta beber de aquel lago que nace de la brisa de las rosas gélidas que habitan el cielo. Decidió esperar, se sentó en la entrada de su cueva, sus labios sangraban, mientras esperaban el beso que rompiera la dureza del verano que se ensañaba con su alma…

martes, 30 de marzo de 2010

SUSPIRO DE BONDAD...

La misma situación. Una gestalt maldita que no logro controlar. Unos sentimientos que emanan sin destino, que vuelan enloquecidos entre mis holgadas prendas. Cuando los ángeles duermen los demonios hacen fiesta en los jardines del edén, eso decía mi abuela, una mujer que nunca imaginó que ángel y demonio son la misma cosa, como en una competencia de relevo se pasan la vara para turnarse entre ellos. La espiritualidad tiene límites y los límites son la ambición. En noches de abril los ángeles se quitan sus ojos azules, sus blancas alas, sus risos dorados, sus mantos blancos, dejando a la luz de la luna cabellos negros como las colas de un semental, las alas robadas a un murciélago, sus ojos profundos como el océano; impregnados de la oscuridad de la muerte y su traje purpura que combina con la estrella de cinco puntas que cuelga sobre su pecho. El ángel y el demonio viven juntos, brindan en las tardes, se burlan en mi cara, juegan con mis pensamientos, con mis sentimientos, para decidir cuál será el afortunado en poseer mi cuerpo. Ellos se divierten mientras mi piel en llamas hace el amor con la bondad, y tiene sexo brutal con los diamantes negros que caen sin cesar sobre mis sábanas tendidas. El ángel no amará sin medida por bondad, al igual que el demonio no prestará sus exclusivos servicios por unos cuantos diamantes negros. Ellos tomaron una decisión, se dieron la mano, tiempo de tregua, tiempo donde el ángel durmió mientras el demonio sumergió su cuerpo en azufre hirviendo. Hoy, el demonio sonríe feliz, mientras el ángel sepultado en las profundidades del infierno freudiano busca, si en sueño o en chiste, dejar salir un nuevo suspiro de bondad…

lunes, 29 de marzo de 2010

LA PRUEBA...

Entonces él estaba ahí sintiéndose examinado, como en un parcial entre sensación y percepción, la pregunta no cuestionaba su percepción de la realidad indagaba en su sensación. No sabia que sentía, no sabia si aún sentía, los días pasaban desde aquella última vez que sintió su corazón cabalgar sobre sus costillas. Se preguntó entonces qué puedo sentir, la verdad no lo supo, tal vez inquietud, quizá ansiedad por conocer los ojos claros que pudo intuir a través de unas pocas palabras. No intentó averiguar mucho, pues no esperaba nada de nadie, la vida le enseñó a no depender, la vida le mostró una tarde que lo mejor era descansar sobre las aguas del destino sin pretender guiar su cause, simplemente comprendió que “Dios no juega a los dados”, que las aguas son impulsadas por un flujo divino que contiene la sabiduría del universo. Seguía sin saber qué responder, pero absorto con la cualidad de su cuestionante, pues nunca imaginó una noche que Nostradamus no pudo predecir; una noche donde Castel dedicará versos a Benedetti, y este en su mutismo pretendiera responder. Los minutos pasan, la prueba se termina, el papel continúa blanco. No podía sentir, pensaba y percibía, percibía que quizá esos ojos claros eran como todos, brillaban por momentos y se apagaban con los días: como faroles que prenden y apagan, pero quizá son como luceros que aunque no brillan en el día siempre siguen ahí. Se decidió por responder, se arriesgó a cometer un imprudente plagio, y simplemente contestó lo siguiente en su prueba de sensación, esperando impaciente su calificación: “Vamos, invíteme a conocerle. Pero no me diga que piensa, dígame sin pensar, qué siente. Vamos, invíteme a conocerle. Sonría, sonría simplemente...”