sábado, 10 de abril de 2010

DESAHUCIADO...


Infinitamente triste. Desahuciado, con un cáncer en el alma, con un sentimiento que se tornó como un todo poderoso al que no puedo combatir. Esta noche mi alma muere. El dolor es profundo en medio del pecho, mis manos tiemblan, mi cabello luce húmedo por la lluvia, mis ojos se cristalizan en los reflejos de esta pantalla. Me quedó maldiciendo mi vida, maldiciendo mi destino, ¡maldita la hora en la que nací!, ¡maldita vida que me ganó la batalla!, por qué, por qué, qué hice, qué no hice, qué me faltó. El vomito ahoga mis labios mientras mi mirada se funde con los ríos tormentosos que escavan lo que queda de mi fraudulenta existencia. Por qué tuve que aprender de Dios, por qué mi madre se esmeró en enseñarme, sin Dios y sin ella este infierno terminaría en pocas minutos, sin ellos, sin piedad, destruirá las venas que surcan mi cuerpo, que vibran al ritmo de la mierda que corre por ellas, de la mierda que soy, de la porquería que se cree elegido cuando es indigno de ser lamido por las ratas, cómo un mortal, cómo un ángel podría llegar a esta morada, si la putrefacción se siente en el horizonte, si la mierda es lo que todos odian. Ahora el pequeño estúpido, debería morir, debería quedar aquí, sepultado en lo profundo del infierno, solo, solo como siempre, revolcándose como un cerdo en su vomito, amando la soledad disfraza de muerte. ¡Mátame!, acaba con este cuerpo, que la muerte no puede ser peor que esta maldición…

viernes, 2 de abril de 2010

SÓLO UN BESO...


Sus labios se pusieron áridos, serpientes cascabel trepaban por los cactus que empezaban a crecer. Su boca se notaba quebradiza, carecía de brillo, vida, de una pizca de humedecido afecto. La falta de cariño, la cercanía de un beso, habían transformado sus labios de tono rosa en las ásperas tierras que ocultan la lámpara del genio. Tenía sed, sentía que moría en las ansias de besar como un león, de devorar como un dragón unos labios perdidos que se estrellasen con los suyos. Se hacía el amor así mismo, pensaba que era soledad, tal vez cosa de Dios, entonces, intentando cambiar su suerte salió una noche, dispuesto a cazar, cual bestia hambrienta deambula por el bosque. La oscuridad era intensa, pero notaba como sonrían a su mirada, como unos cuantos aldeanos cansados de vivir coqueteaban para ser devorados, no quería cuerpos desnudos, sólo quería un beso, quería fingir que un ser extraño encontraba el amor. Los cuerpos se acercaron al suyo, alagaron sus ojos de mago, su mirada hechicera, sus dientes perfectos, su cuerpo esculpido en la batalla, pero algo raro sucedió, la sed no fue tan profunda, la bestia no besaría a cualquiera. La bestia comprendió que no se trataba de soledad, comprendió que era una elección. No quería saciar su sed con los vagabundos que deambulan por las calles, buscaba algo más, esperaba el beso de un mutante, de ojos como el mar, de piel azul como cielo de mañana, de palabras mágicas que hacen crecer hadas y lotos en las curvaturas del oído. Comprendió que no bebería de cualquier fuente, comprendió que su destino era esperar hasta beber de aquel lago que nace de la brisa de las rosas gélidas que habitan el cielo. Decidió esperar, se sentó en la entrada de su cueva, sus labios sangraban, mientras esperaban el beso que rompiera la dureza del verano que se ensañaba con su alma…