lunes, 31 de enero de 2011

"MI DELITO"...



La noche me atrapó en "mi delito", la luna me observó mientras releía de nuevo tu “voz”, las nubes azul oscuro, típicas de esta hora, no fueron suficientes para ocultar mi ansiedad, mis ganas, mi enloquecida vehemencia por verte de nuevo. Aquí estoy unas horas después, con el intento fallido de entender a Amorrortu, con un intento que se frustró por tu recuerdo, por esta silla que con esmero me llamó, por estas teclas que este día han sido más tuyas que mías. Ojalá estuvieras aquí, ojalá tu sabiduría matinal pudiera calmar la sequedad inmensa de mis mejillas, las infinitas preguntas que rondan los cuadernos de mi mente, las finas ecuaciones que trazo en cada una de mis frases. Ojalá estuvieras aquí para llevarme, para hacerme sonreír, para reír juntos en la noche, para vivir esta noche como un encuentro entre lo reservado de tu mirada y lo moribundo de mi alma, entre lo tierno de tu sonrisa y el metal que cubre mis hombros, metal que seguramente se derretiría con lo tibio de tus caricias. Hoy soy otro, soy como hace mucho tiempo no soy, soy un soñador, sueño contigo. Hoy soy un hombre, un inmortal, un mutante que robó tus poderes, un mutante que espera levantar sus alas en vuelo para llevarte ahora mismo a lo alto de una montaña, retirar tu máscara, retirar mis armas, retirar para unir, retirar para que te quedes, retirar para dejarte mi piel; mi cuerpo desnudo a tu merced. Las luces de los autos invaden mi ventana, la canción suena sin parar, no hay frio, no hay calor, pero estás tú, está tu imagen creada por mi diabólica intuición, tus brazos inventados atrapando mi espalda, susurrando en mi nunca al ritmo del teclado. La noche se hace amarilla en las luces de la farola sobre el asfalto, mi deseo se hace blanco, mi deseo se hace hombre, mi deseo se hace tan profundo que desear se hace imposible, que no desearte se hace utópico. Mañana caminaré despacio. No estoy seguro, pero creo que el sonido de los canarios recordaran tu nombre, en la tarde caminaré más lento, en la noche pararé un momento, esperaré, miraré hacia atrás buscando tu silueta, miraré una vez, miraré dos, miraré hacía el cielo con la esperanza última que al bajar la mirada un abrazo tuyo recoja los restos de mi ilusión

DISFRAZANDO UN BESO...



Tu culpa, si, tu culpa. He recibido un “golpe bajo”, una respuesta que no esperaba, unas letras que se escabulleron en la noche por entre mis pupilas, se apoderaron de mis pensamientos y robaron mi sueño. Anoche, estuve a punto de hacer el amor a tus palabras, me sentí ridículamente extrañado, “ridículamente” palabra que explica como unas frases tuyas me hicieron sentir amado, casi desee voltear la cara sobre mi hombro derecho, encontrar tu nariz, embriagarme en tu aroma, buscar ansioso tus labios, devorar tu boca en un jugueteo insaciable de mi lengua. Quise responder, pero los pensamientos bloquearon las manos, tus bellas consonantes secuestraron lo poco que quedaba de mi cordura. Lo intenté, intente dormir, cerré los ojos, pero no dejaba de imaginar una tarde escuchando tus palabras, no dejé de jugar con las imágenes de tu máscara, llegando a la fiesta de palacio, mientras este príncipe imperfecto toma tu mano para bailar la primera melodía, nuestro primer baile, donde tus palabras se hacen voz. Cómo te atreves a invadir mi día, no imaginas a mi cuerpo sentado a las cuatro de la mañana pensando en ti, fuiste mi primer pensamiento de hoy, mi primer deseo. Aquel hombre mencionaba el bello estilo freudiano, la equivocación al traducir “trieb” de Ballesteros, mientras mi mente se esforzaba en el intento por recordar cada letra, cada verso disfrazado, cada metáfora desnuda que indecentemente acariciaba mi pecho bajo la camisa. Qué hechizo has ejecutado, que mi cuello victoriano se desacomodo en medio de la clase, que mi cuidadoso peinado no importó a mi angustia, a la angustia de pensarte, a la angustia que me llevó a tomar mi cabeza con las manos, a riesgo de terminar con mi perfecto disfraz, pero con el propósito de detener tu “voz” en mi cabeza. Ahora mismo no dejo de pensar en ti, la música hoy te recuerda, las flores de mamá en la entrada esperan verte, quizá siempre te han esperado, te espero, este niño-hombre te espera. Ahora mismo, quiero más, quiero más de ti, quiero más de tus palabras, como un lacayo pido ser perdonado, excusado, pido ser bendecido con tu “voz”, quizá me des un poco más, tu voz. No lo dudes, estás más cerca de mí, que estas piernas de ti, no preguntes por mí, sorpréndeme, mírame fijamente una tarde inesperada en la distancia, sabré que eres tú, pregúntame, pregúntame mirando mis labios, que si puedo resistir te contestaré con palabras disfrazando un beso…

lunes, 17 de enero de 2011

A QUIÉN LE ESCRIBO, A TI..


Has negado tu rostro a mis ojos, a mi memoria, con un golpe certero me evitaste crearte, intuirte, eres la obra que salió del cuadro y asfixió la creatividad del artista. Me dejas con poco, con tus labios cubiertos de oscuridad, arropados en los sueños que no logró descifrar, con la nariz sin el toque de las estrellas, con una nariz que desearía tener recorriendo los contornos de mi cuerpo, lo inexplorado de mis piernas, lo fuerte de mi pecho, lo suave de mi lengua, lo tibio de mis manos. Tus palabras son halagadoras, pocos “humanos” tienen tu habilidad, la irreverencia, la ternura en la misma pócima, esa misma que un día dejaste en la entrada de esta casa. Tu olor guió mi inspiración hacia tu destino, descubrí en tus ojos la escafandra, el muro que no permite ver, en tus frases la fuerza, en tu saludo mi destino. A quién le escribo, a ti, aún lo dudas. Me inspiró la sencillez de tu cariño, las letras son caricias que llegan directamente lo más profundo del hombre, donde no existe piel, donde no existe nada que se revele; un espacio tan efímero como sublime, tan intimo como imperceptible, tan mío, ahora tan tuyo. Alguna vez te escribieron, es una pregunta, quizá sea esta la primera vez, quizá sea una de tantas, quizá sea una que no recordarás, una que olvidarás. Quédate un rato más en este lugar, déjame de tu pócima, deja un poco en la entrada, esta noche pasaré a recogerla. Juro que haré un pacto con un duende, que robaré el sombrero de una bruja, que seré lacayo de García Márquez, que haré mi mejor gala de Romeo, para mantenerte cada día aquí, para no dejarte ir, quédate, acaso puede doler que cada mañana te regale mis versos, acaso puedo dañarte con el roce de mis dedos, quizá te lastime con mis abrazos, quizá si un día te marchas tendrás millones de razones; seguramente, la más cierta, será que el océano de mi sentimiento está a punto de volar en pedazos lo limitado de tu corazón. Permíteme seducirte, permíteme saber que aquí estuviste, permítete saber que con una caricia te llevaste mi arte, te quedaste con lo más cauto de mi esquiva inspiración. A quién le escribo, a ti, aún lo dudas…

viernes, 14 de enero de 2011

SUPERHÉROE...

Quizá sea debilidad, pero tus palabras me arrastraron como una tormenta de antaño. No sé cómo pensaré mañana, en este instante, me perdí en tus caricaturas, en tu sonrisa, en la magia que baña los trozos rotos de tu corazón. No soy un buen arquitecto, quizá soy mejor en las letras, aunque puedo ser mucho mejor con la voz, eso dicen algunas mariposas en la telaraña. No soy discípulo de nadie, quizá de mi madre, pobre Freud si puede leerme, pero en mi mundo tan azul, tan sombrío, tan “galán”, el Edipo no es más que amar la flor que crece en el estiércol: mamá. No pretendo mucho, en realidad pocas veces pretendo, como lo he dicho tantas veces, aprendí a no esperar; como un apego ambivalente ahora decido retirarme, correr, escapar, huir antes de llorar. La “perfección” llegó a mi mesa, cobró la cuenta, se retiro, probé el más exquisito de los platos, me perdí, me creí, me obsesioné, morí; y dicen que los muertos no caminamos, diría que no sólo caminamos; también soñamos. Parece un capricho de Medusa, mi favorita, siempre aquí en silencio, con las seis de la tarde acogiéndome en su morada, mientras pretendo escribir, mientras recuerdo, mientras te escribo, mientras inútilmente intento calentar mis pies bajo el escritorio; desgraciadamente el frió del alma no lo calienta el sol. Por qué escribir, claramente no lo sé, tal vez tu misión como superhéroe era está, despertar como un verdadero guerrero, despertarme de mi sueño tan profundo, de mis pesadillas tan intimas, tan llenas de blanco, tan carentes de violeta. Por qué sonríes al leerme, por qué no sonríes a mis ojos, por qué mis letras me traicionan; se llevan tus pensamientos, tus sensaciones, tu sonrisa; cuando me encuentro aquí entre caricias con el teclado, con el “plan” de la noche, con la salida no tan súbita, con el anhelo de recibir un poco más de ti, tan natural, tan humano, tan tú. El tiempo ha cambiado, apuntan las siete de la noche, este es mi destino, escapar de este lugar, esperar que las luces de colores se lleven los recuerdos, se lleven el verso no dicho, la frase no mencionada, el corazón no usado…

lunes, 10 de enero de 2011

"PALPITANTE"...

A veces no encuentro razones para escribir, como si los vientos de la vida se lo hubiesen llevado todo. Poco queda de mis lágrimas, quizá nada de mis risas, tan ausente estoy del amor como el glacial del sol. Los inviernos congelaron mi inspiración, las nubes oscurecieron mis metáforas y el calor del verano secó lo poco que quedaba de mi cálida brisa. Los días pasan, atropellan, cada año son más agresivos, cada doce meses mi armadura se hace más fuerte. Mi antifaz de acero poco deja ver de lo sueños que surcan estos negros ojos, estas cejas que tupidas esperan atrapar un escarabajo desprevenido. En un día inadvertido encontré tus palabras, me encontré, encontré un niño en tus imágenes, me encontré, encontré un lugar amable donde ser, donde se puede ser, me encontré. Aquí me tienes, escribiendo, con una razón no clara, con la intención de un supuesto “agradecimiento”, en la espera de recibir un verso profundo, una frase no cotidiana, unas palabras de las que se avergonzaría Erich Fromm pero que harían tan feliz a Neruda, unas palabras que seguramente mi vecina entendería. Poco me gustan los disfraces, creo he cargado el mío demasiado tiempo, mis armas de guardián del Olimpo cada vez son más pesadas, cada vez son más estrechas, cada vez se clavan más en mi piel, cada vez soy menos dios y más Jesús crucificado. No esperaba un golpe bajo, “mar cálido, mar bravo, mar nuestro, mar salado…”, no esperaba una tarde, cuando el reloj apunta la seis, estar aquí, esperando el momento adecuado para dejar caer este “palpitante” pecho sobre tus manos, en busca de un tatuaje momentáneo, en busca de un algoritmo que solucione esta noche la sensación que oprime mis labios. “Palpitante”, palabra para recodar, palabra para tener presente sobre todo, cuando una vez se palpitó, sobre todo cuando una noche pensé dejar de palpitar, pensé morir, pensé dejar envejecer mis labios en el desierto de la soledad, en el vacío donde no se palpita, donde no se escribe, donde todo termina, donde sólo tú, sólo tú, tienes la pócima de la resurrección. “Puede ser que no lo veas, o tal vez que no lo creas, quién lo sabe Dios, que en el mundo del amor…”…