domingo, 1 de noviembre de 2009
UNA DEDICACIÓN...
sábado, 9 de mayo de 2009
LÉELO ES PARA TI...
domingo, 19 de abril de 2009
LEÓN: CORAZÓN DE JABALÍ...
En las manadas de leones, había una especial, la más conocida, la manada de “Chor”, un nombre heredado por sus ancestros, ellos tenían un rey, una reina y dos príncipes. El príncipe mayor era llamado “Ram”, conocido por su peculiar belleza e inteligencia, Ram tenía unos ojos profundos, un regalo maravilloso, miles de veces, desde su nacimiento, se dijo que tenían el don de hechizar e hipnotizar. Ram era considerado sabio, conocía los principios de casi todas ciencias y los campos, estudiaba en la cúspide, donde sólo llegaban aquellos que eran príncipes, cerca de las nubes protegido por columnas en mármol, marfil y piedras preciosas. Las otras manadas envidiaban y sentían miedo de este príncipe, que soberbia mostraba siempre al caminar por las montañas. El hermano menor de Ram, se llamó “Clo”, Clo fue sencillo, no tenía la belleza particular de su hermano, la sabiduría, ni el hambre de conocimiento que caracterizó a Ram. Clo se preocupaba por vivir su presente sin importar nada más, vivía feliz, sin preocuparse porque Ram fuese más alto y “digno” que él a los ojos de los demás.
Así mismo, entre los jabalíes había un grupo conocido, los “Bala”, entre ellos, habitaba un joven jabalí, llamado “Pum” de apariencia común, un poco más pequeño que el resto, pequeño en tamaño, porque en edad, estaba al igual que el príncipe Ram. Pum se caracterizaba por su sonrisa, siempre sonriente, dispuesto a servir, con un caminado torpe y a la vez gracioso. Pum, se esforzaba por aprender, pero a diferencia de Ram el debía pasar largos días excavando y alimentándose, ayudando a sus padres a sobrevivir, entre tanto, se turnaba pequeños momentos para aprender en la escuela local, quizá la más pobre, donde iban todos los animales del pantano.
Un día inesperado la luna brillo más y las estrellas se acercaron a dos kilómetros de la tierra de “Sasha”. Un relámpago cayó, y una luz como el arcoiris descansó sobre el pantano de los jabalíes. Los leones sintieron felicidad, tal vez Dios, decidió acabar con aquella raza que en ocasiones era tan molesta, pero muy equivocados estaban. Dios había mandado un regalo a Pum, pronto se vio a Pum andando junto a la más bella de las aves, blanca como el algodón, ojos negros como el ébano, voz de ángel, aroma de rosas, plumas con tocado de diamantes, y una ternura que conmovía al corazón más duro, una ternura que se transformó en amor, entre Pum el jabalí y aquella celestial ave.
Una tarde Ram, el príncipe león, observó a Pum desde las alturas, Ram sintió envida, dejó su tierra, y por primera vez saludo a Pum, mientras miraba sonriente al ave celestial, mientras clavaba sus ojos y buscaba que el hechizo no fallará. El ave con un gesto amable rodeó con sus alas a Pum y le dio un beso. Ram sintió soberbia, y decidió combinar su mirada con su retórica, moviendo su melena, hacía alarde de sus conocimientos, de sus estudios en la escuela de príncipes, de la sangre real que corría por sus venas. Pero el ave, parecía ciega y sorda.
Ram cerró sus ojos, lo comprendió, Ram se dio por vencido, estaba triste, melancólico, qué podía tener Pum que él no tuviera, qué tesoro había encontrado el ave en Pum, del qué Ram carecía. Ram se marchó con lágrimas en los ojos, subiendo de nuevo a la montaña. La tristeza enfermó al joven príncipe, sus días pasaban mientras se dejaba morir sobre mantas de seda. La reina triste, al ver a su hijo, le recordó a Dios, al mismo que nosotros conocemos, ese que mandó a su hijo Jesús a morir por nosotros y que nació del vientre de una virgen. La reina oraba por Ram, y le enseñaba el valor de la fe, para salir de su estado moribundo, el príncipe llevaba un año arropado en su belleza y sabiduría, pero muriendo, con los buitres mirándolo desde arriba para sellar su condena. Ram no se dio por vencido esta vez, un día pensó en Dios, lo quiso sentir, conocer, ahora no sólo para sanar la enfermedad que su melancolía había dejado en su cuerpo. Ram pidió a Dios cada noche que lo sanará, pero también suplicó que en su corazón fuese más parecido a un jabalí que a un león, para que un día no muy lejano, un ave de plumaje blanco bajara del cielo y le permitiera morir de amor eterno en su regazo…
Dicen por ahí que en la ciudad de “Sasha” en las noches oscuras de invierno florecen rosas que cantan una canción: “El león con corazón de jabalí, lo vimos pasar, pasó por aquí, muy sonriente y feliz, con alas blancas como un ángel, enamorado de un ave que no es perdiz”…
martes, 7 de abril de 2009
NO VUELVAS...
Hablando sin metáforas, porque a decir no verdad la decepción no se lleva bien con ellas. Debo decir que con esmero termine de borrar tus huellas, de quitarlas de mis labios, de apartarlas de mi teléfono, olvidaré tus canciones, como olvidaré tu cabello perfecto que se deslizaba como una cortina para despejar tu sonrisa. Mentiras, mentiras fueron las tuyas, mentiras que me arrastraron en una segunda traición, en una que como siempre has preferido desaparecer y dejarme aquí, sentado, esperando. Decepción, si, ya he mencionado que un poco. Sorprendido, si, no quiero ser como tú dentro de unos años, a diferencia de tu estilo el tiempo me cambiará, me ha cambiado, ahora soy sincero conmigo mismo, sé respetar, y como una buena tormenta con las horas me haré fuerte, inalcanzable para humanos como tú, hasta el día que desaparezca en los cielos junto a Dios.
No vuelvas, no te estoy esperando, te estoy sepultando en los rincones de mi mente. Sé que una noche nuestros cuerpos se volverán a encontrar, pero nada será igual, pasaré y no mirarás. Te veré y no retrocederé, seguiré sonriendo toda la noche, sabiendo que estás ahí, te miraré cuando tus ojos no me conviertan en piedra, llevaré tu aroma un tiempo más en mis abrazos, hasta que un día no seas más que el mínimo recuerdo de mi travesía por las montañas de la juventud…
sábado, 28 de marzo de 2009
SON SÓLO PENSAMIENTOS...
domingo, 15 de febrero de 2009
VEN, VEN POR MI...
viernes, 9 de enero de 2009
LA PRINCESA DE ZARA Y EL SAPO...
Y quién dijo qué en la vida real las princesas no se enamoran de los sapos. Conozco una historia, una historia de la vida real, imágenes que pude ver en la palma de mi mano. Ella vivía perdida en un mundo de espejismos, de falsas promesas, de rostros bellos que no coincidían con los sentimientos. Cuerpos perfectos con armaduras de oro y corazones de piedra. Carrozas adornadas entre el brillo de la esmeralda y el diamante, con asientos en terciopelo rojo, pero tan fríos como para desgarrar la piel. Una noche inesperada, en su celebración de cumpleaños, hadas, duendes y mariposas decidieron llevar a la solitaria y vacía princesa a una fiesta sorpresa junto al lago de la casa del ermitaño. Aquel día la princesa venía de compartir un poco de polen con su mejor amiga la mariposa azul, junto con la leona de la montaña y su marido el conejo tristón. La princesa no imaginaba que ese día encontraría en unos ojos pardos la mirada que la acercaría a un paso de ser una verdadera princesa. Porque ser una princesa, no es llevar corona, no es tener un padre rey, no es tener un príncipe como hermano, vestir los trajes más bellos y viajar en alas doradas de una paloma. Ser princesa es lo que descubrió esa noche nuestra niña de la ciudad Zara. La fiesta empezó, del lago brotaban burbujas que cuando reventaban dejaban escuchar el canto de los peces. La princesa miraba, reía y celebraba, pero tan vacía como siempre. De repente, su amiga la osa de la montaña llega acompañada con un joven sapo nacido en el mes de julio, la princesa lo miró, nada sintió. El sapo verde, con verrugas junto a sus labios, parecía más preocupado por comer las moscas que pasaban por el aire que por saludar a nuestra princesa. Ella parecía confundida en la noche, y buscaba como en cada día un bello príncipe que la llevará de su mano a un mundo de felicidad eterna. Un salto sacó a la princesa de su pensamiento, era el sapo que había caído sobre el vestido blanco, para decirle “feliz cumpleaños”. Fue como un hechizo, una bebida embrujada, el cáliz de la mano de Dios, cuando la princesa sólo quiso sonreír y besar sus labios. La metamorfosis esperada llegó. Esta historia tuvo un final diferente, el sapo no se transformó en príncipe, pero la princesa si se transformó en un verdadero ser humano, al contemplar la belleza más allá de la forma, y entendió lo que era ser diferente, lo que significa ser princesa. Ser una estrella capaz de iluminar de amor sin importar a quién, ver lo que los demás no pueden ver. Amar la belleza mágica que oculta la sombra de la envidia de los demonios. Ahora la princesa vive feliz, junto con el sapo, en la casa que compraron al ermitaño junto al lago de la felicidad.
Escribo la historia para mandarla con el avestruz a la casa de la mariposa azul, como una enseñanza para las siguientes generaciones de la ciudad de Zara.