viernes, 9 de enero de 2009

LA PRINCESA DE ZARA Y EL SAPO...


Y quién dijo qué en la vida real las princesas no se enamoran de los sapos. Conozco una historia, una historia de la vida real, imágenes que pude ver en la palma de mi mano. Ella vivía perdida en un mundo de espejismos, de falsas promesas, de rostros bellos que no coincidían con los sentimientos. Cuerpos perfectos con armaduras de oro y corazones de piedra. Carrozas adornadas entre el brillo de la esmeralda y el diamante, con asientos en terciopelo rojo, pero tan fríos como para desgarrar la piel. Una noche inesperada, en su celebración de cumpleaños, hadas, duendes y mariposas decidieron llevar a la solitaria y vacía princesa a una fiesta sorpresa junto al lago de la casa del ermitaño. Aquel día la princesa venía de compartir un poco de polen con su mejor amiga la mariposa azul, junto con la leona de la montaña y su marido el conejo tristón. La princesa no imaginaba que ese día encontraría en unos ojos pardos la mirada que la acercaría a un paso de ser una verdadera princesa. Porque ser una princesa, no es llevar corona, no es tener un padre rey, no es tener un príncipe como hermano, vestir los trajes más bellos y viajar en alas doradas de una paloma. Ser princesa es lo que descubrió esa noche nuestra niña de la ciudad Zara. La fiesta empezó, del lago brotaban burbujas que cuando reventaban dejaban escuchar el canto de los peces. La princesa miraba, reía y celebraba, pero tan vacía como siempre. De repente, su amiga la osa de la montaña llega acompañada con un joven sapo nacido en el mes de julio, la princesa lo miró, nada sintió. El sapo verde, con verrugas junto a sus labios, parecía más preocupado por comer las moscas que pasaban por el aire que por saludar a nuestra princesa. Ella parecía confundida en la noche, y buscaba como en cada día un bello príncipe que la llevará de su mano a un mundo de felicidad eterna. Un salto sacó a la princesa de su pensamiento, era el sapo que había caído sobre el vestido blanco, para decirle “feliz cumpleaños”. Fue como un hechizo, una bebida embrujada, el cáliz de la mano de Dios, cuando la princesa sólo quiso sonreír y besar sus labios. La metamorfosis esperada llegó. Esta historia tuvo un final diferente, el sapo no se transformó en príncipe, pero la princesa si se transformó en un verdadero ser humano, al contemplar la belleza más allá de la forma, y entendió lo que era ser diferente, lo que significa ser princesa. Ser una estrella capaz de iluminar de amor sin importar a quién, ver lo que los demás no pueden ver. Amar la belleza mágica que oculta la sombra de la envidia de los demonios. Ahora la princesa vive feliz, junto con el sapo, en la casa que compraron al ermitaño junto al lago de la felicidad.

Escribo la historia para mandarla con el avestruz a la casa de la mariposa azul, como una enseñanza para las siguientes generaciones de la ciudad de Zara.

martes, 6 de enero de 2009

LA RESPUESTA ES SI....

Aún no lo preguntas, pero la respuesta es si. Te extraño. Extraño tus locuras, esa forma mágica de ver la vida, la incongruencia de tus sentimientos, a la vez tan fieles al tiempo tan lejanos. Extraño sentirme orgulloso de tenerte en la distancia, extraño las noches que no estabas en mi mente y no me invadían recuerdos de ángeles azules que viven junto al mar. Extraño la esperanza de un día encontrarte, bajar de un ave de alas enormes y sumergirme en tus brazos abiertos mientras tus manos despojan los cabellos que caen húmedos en mi cara. Aprendí a extrañar tu insistencia, tu neurosis extrema, la ambigua manera de reclamar, las palabras no comprendidas, los significados que atentaban contra tu ingenuidad y el ruido de tu vecina en las noches. Extraño los tragos imaginarios de vodka que tome tantos fines de semana mientras no reuníamos con tus amigos y yo, me dedicaba a contemplar tu rostro mientras yacías en plena tranquilidad sobre el arrullo de mis piernas. Ahora, sé que estás mejor, tu elocuencia lo denuncia, tu manera de demostrarlo es la correcta. Me alegro, de verdad me he llegado a sentir feliz por tus triunfos, por las noches de felicidad, por los momentos en los que tus ojos se enamoran y tu corazón te indica un camino seguro al palacio que pensaste sólo existía tras las puertas de tu mente. Escribo y no puedo evitar dibujarte en esa ventana en la que nos conocimos, tras las cortinas en las que robe tus besos y donde sembré mis versos. Aún te veo con tu camiseta azul, con los cabellos ondulados y con la esperanza que se desnuda en tu sonrisa. La respuesta es si, te extraño, extraño enloquecer pensando en ese día, en aquel que descubra si realmente eres tú el ángel que un 24 de diciembre a media noche Dios permitió recostarse a mi lado, y despertarme con un beso…

ÚLTIMA LLAMADA... EL FIN.

Y así fue. Esta vez el corazón se mantuvo en su sitio, no hubo brincos, no hubo llanto, no hubo palabras. El silencio, luego de tu saludo se rompió en siete pedazos con el ruido de mi sonrisa. Un frágil y amistoso sonido, ahora no fingido, real, natural. Como la hoja seca que se desliza por el río y se pierde en el ocaso. En un regalo con papel de estrellas y moño con tocado de luna, llegó el día esperado, no hay nada que guarde en esta caja que haga de tus recuerdos nostalgias. Razón tenía mi madre al decir que al final nada quedaría, y nada quedó. Miro indiferente tu intento por tocar mi corazón, miro y sigo sonriendo, en un casual gesto de amabilidad, por no ser el monstruo de este cuento. No quiero ser más el ogro que devora y desangra sentimientos rosas, no quiero seguir pareciéndome a ti, no quiero vivir de nuevo un cuento como este; sin castillo, sin príncipe ni princesa. Ahora que te has ido por completo, que extiendo mi mano para guiarte con sinceridad, para llevarte sin el rencor que en un momento me hizo llorar, pretendo esperar junto a los canarios de mamá a que Dios se compadezca de mi soledad, y en un momento inesperado, en unos ojos de tono tierra y en una sonrisa abierta mi corazón encuentre un rincón tibio, para empezar a creer y descansar en el amor cálido de la eternidad…