jueves, 24 de febrero de 2011

SALPÍCAME...


Tú, tú despiertas “algo” que no puedo explicar, una confusión lacaniana de significantes que no logra significado. Una “representación cosa” que no llega a ser palabra. Mi estilo denuncia mi autoría, mis frases señalan a quién escribo. Hoy, de nuevo, escribo para ti. Cuántas noches, no lo sé, quisiera saberlo, quisiera hacer alarde de la escisión de mi “Yo”, de lo poco que quedó en lo primario y de lo “tanto” que se estacionó en lo secundario; o al menos así lo quiero creer. Busco tus palabras, lo “toxico” lo bebí hace mucho, ¡con disgusto claro!, disgusto porque esperaba respuesta inmediata, pero aquella vez tu “droga” se hizo esperar. La omnipotencia del narcisismo habló a mi oído, insinuó alejarme, insinuó un juego, donde mi fragmentado self no sería más que la pelota que estrellas en la pared mientras sonríes con las bromas de tus “monstruos”. Mi “arco reflejo” se hace evidente, la génesis del placer estalla sobre mi ombligo, me regreso a los movimientos mágicos del niño sobre su objeto, y como un egoísta contemporáneo, como un loco obsesivo, te deseé en mi hombro, desee ser tu hombro; en un acto fallido remplacé la “o” por la “e”. Te deseo en mis tímpanos, morí, muero aún, por escuchar las palabras, a veces no basta con leer, a veces el “hambre” supera la razón. A veces como la mascara embrujada que eres destruyes mis finas defensas, la grandiosidad de la “neurosis obsesiva”, la magnifica protección de la “intelectualización”. Como ves, hice mi mejor intento, quise defenderme, quise huir de ti, pero caí, caí hasta el fondo, escribí en “nuestro” idioma, pretendiendo escapar del sentimiento, pero se agota la “energía” de mi inconsciente, del inconsciente de mi "Yo". Ahora, agotado, desnudo, con la “virilidad” al vuelo, libre de las cadenas del ave de rapiña que juzga en el “tripartito” puedo decir que he pasado noches enteras fantaseando con tu presencia. He imaginado un pacto entre los dos, algo más allá de la psique, algo más profundo del corazón, un pacto donde tus palabras se regocijen en los puntos vivos de mis piernas, una esquina de tus labios donde el hielo de mi razón se condense en lo dulce de mi pasión. A esta hora, estás ahí, frente a las claves cuidadosamente tejidas, mientras estoy aquí, añorándote, esperando, contando en cada día que pasa los abrazos que se acumulan, esperando en una noche salpicarme de tu voz, salpicarme de tus ojos, salpicarme de tu saliva…

2 comentarios:

Andrés Eduardo Chicué Romanoff dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrés Eduardo Chicué Romanoff dijo...

hmmmm me gustó este post. Extraño tus publicaciones, hace rato no escribes... ya veía un Puente...