miércoles, 20 de febrero de 2008

LAS 10:21 P.M.


Son las 10:21 pm. Los ruidos de la calle se han hecho inaudibles para mi, tan sólo gira una y otra vez la misma canción, “Hoy necesito que me abraces fuerte por encima de los miedos y prejuicios que alcances ya los huesos y me despiertes lejos de esta torpe selva fin de siglo”.

Mis ojos están fijos en el teclado como intentando hablarte, tocarte y con sinceridad mirarte. Hoy es un día especial. Lo que siento es diferente, no es aquel sentimiento que un momento proclame. En mi vida aunque no lo acepte hay alguien más, un alma confusa, compleja, llena de preguntas y con tanto miedo que unido al mío podría destruirnos de una vez y para siempre. No sé porque lo siento, perdóname, no quiero que nos hagamos daño, pero tu lejanía me ha hecho sentirme solo, perdido en un mundo de sombras, de manos que luchan por tomar la mía. En medio de mi desespero, de una agonía tal como si estuviese abandonado en medio del mar, he conocido a través de la distancia esta alma nueva, de piel blanca, cabellos castaños, ojos entre el marrón y el negro. Un espíritu que sin estar presente materialmente me acompaña cada mañana y para el cual yo tengo un significado, que a veces se transforma en canción, algunas en un apodo incoherente y otras tantas se disfraza en medio del teclado en llanto y sonrisas.

No es tu culpa que las cosas estén cambiando, que nuestros corazones, o al menos el mío este dejando de latir con la misma rapidez. Es la vida quien nos separa. Esa misma que nos hizo diferentes, incapaces de amarse frente al mundo, esa misma que te dio una vida que te aleja en tiempo y espacio de mi. Esa vida injusta, hipócrita y maldita que me a condenado como un vampiro a amar entre las sombras, a acariciar con un horario definido, y como un cuento aquel que transforma caballos en ratones, ha trasformado el fuego que ardía en mi interior en una llama tenue que se salpica día a día del más frío granizo que brisa sobre ella.

Ahora podrás entender la duraza de mis palabras al colgarte, pues con miedo debo decir que aquel hilo invisible que tantas veces mencionamos nos unía, se ha hecho, como por un embrujo, en un hilo fino y material que se desgasta entre mis labios, que se rompe en cada uno de los toques que las puntas de mis dedos inflingen a las teclas. Un hilo que esta noche espira sus últimos restos de vida. Que mientras sigo aquí sentado frente a la pantalla, se debilita hasta que con el toque de mi respiración entre cortada, que poco a poco en el avanzar de los minutos va desapareciendo… hasta este momento sublime en el que una gota de cristal firme como el acero pero tan ligera como un pétalo desciende arrítmicamente sobre mi mejilla, para caer en un golpe fatal entre los restos de aquella invisibilidad mágica que alguna vez nos unió.

1 comentario:

Diana Milena dijo...

Como siempre, como te he lo he dicho y como sabemos... HERMOSO! Un abrazo.